Page 54 - Revista Virtualidad Educativa edición 2
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 como la asertividad sexual, la capacidad para tomar decisiones, el funcionamiento familiar, los rasgos de personalidad, las actitudes, las cogniciones y las percepciones.
No se puede considerar que el comportamiento sexual de riesgo sea originado únicamente por el desconocimiento sobre cómo protegerse, ya que se sabe que muchos adultos jóvenes tienen conocimiento sobre diferentes métodos de prevención. Sin embargo, siguen evidenciándose altos niveles de riesgo debido a la falta de uso de condones y a las relaciones sexuales a temprana edad, factores que aumentan el riesgo de enfrentar diversos problemas.
Las características de las conductas sexuales de riesgo se pueden desglosar en dos categorías: problemáticas auto-centradas, que se refieren a comportamientos dañinos que solo afectan al individuo que los lleva a cabo, como la masturbación compulsiva o el consumo excesivo de pornografía; y conductas de tipo interpersonal, que involucran a otra persona además del individuo que realiza el acto.
Estas conductas pueden ser no abusivas, es decir, no tienen la intención de perjudicar el equilibrio de los sujetos, como los juegos sexuales recurrentes con la pareja, el intercambio de pornografía entre adolescentes, la conducta de seducción o la promiscuidad. Sin embargo, también pueden manifestarse como conductas abusivas, que vulneran a otros y se consideran prácticas sexuales de riesgo. Estas últimas implican relaciones no consensuadas con desequilibrios entre los participantes, donde uno de ellos no consiente los deseos del otro, lo que genera conflictos.
Dentro de estas prácticas sexuales de riesgo, se destaca el consentimiento sexual, que se refiere a la capacidad de elegir libremente participar en un encuentro sexual con otra persona. Cuando no hay consentimiento mutuo, la práctica se convierte en abuso sexual. En los jóvenes, estas prácticas se originan dentro de un grupo social a través de actividades compartidas para aumentar la protección, como la prevención de embarazos. Estas actividades forman parte del conocimiento popular que se transmite entre los miembros del grupo. Por lo tanto, se puede inferir que el autocuidado se percibe como una cuestión de género, donde se espera que las mujeres asuman la mayor responsabilidad, mientras que los hombres tienen un papel diferente y menos protagónico en este sentido.
Influencia del conocimiento en las conductas y prácticas sexuales.
Diversos estudios han demostrado que el conocimiento sobre las estrategias de protección sexual no es suficiente garantía de su uso. A pesar de que los adultos jóvenes tengan conocimiento acerca de diversos aspectos de la salud sexual y reproductiva, su comportamiento no difiere de aquellos que carecen de dicho conocimiento. Estos hallazgos plantean la pregunta de por qué las personas, a pesar de poseer conocimiento sobre estrategias de cuidado sexual y prevención de consecuencias desfavorables, no
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