Page 7 - Revista Virtualidad Educativa edición 2

El siglo XXI, como espacio de tiempo especial del desarrollo del género humano y la civilización, lleva implícito las relaciones y contradicciones entre lo nuevo y lo viejo, la continuidad - discontinuidad de conceptos, enfoques, teorías, prácticas, valores, así como la caducidad - trascendencia de estos propios procesos.
Se considera a este siglo como “la era de la información, el conocimiento y la digitalización” y es criterio generalizado que quien accede a los saberes y la tecnología tiene las mejores oportunidades de progreso. Ya lo decía el gran filósofo griego de la antigüedad, Sócrates: “el conocimiento es la virtud y solo si se sabe se puede divisar el bien”.
El acelerado desarrollo científico y tecnológico en este siglo XXI impacta de modo significativo en la educación, que requiere replantear planes y programas de estudio, proyectos educativos, relaciones de las instituciones educativas con la sociedad y, sobre todo, replantear el proceso de formación de los profesionales de la educación, desde la concepción del ideal de maestro o profesor de estos tiempos, para que pueda, al decir del suizo Philippe Perrenoud: “decidir en la incertidumbre y actuar en la urgencia”. Estudiosos en la materia hacen referencia a un educador que sea investigador, didáctico, orientador, creativo, práctico reflexivo, entre otras cualidades y esencias.
De cualquier modo, enfatizar en un profesional de la educación culto, humano, crítico y reflexivo, parecen ser condiciones esenciales para enfrentar la necesaria calidad de la educación que requiere este siglo, refrendada en la Agenda 2030, la cual fue aprobada en septiembre de 2015, en la histórica Cumbre del Desarrollo Sostenible por más de 150 jefes de Estado y de Gobierno, y contentiva de 17 objetivos de aplicación universal, que rigen los esfuerzos de los países para lograr un mundo sostenible en el año 2030 y abarca las tres dimensiones de la sostenibilidad: económica, social y medioambiental. Se destaca en dicha
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